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- 02 oct
El año que vivimos peligrosamente
“¿Sabes lo que significa la palabra idiota en griego?
Quien no se implica en política.”
Robert F. Kennedy
Quienes me conocen bien saben de mi admiración por la figura de Bobby Kennedy, tanto por el spin doctor (el jefe de campañas, el asesor, el estratega, el apoyo) que fue de su hermano, como por el líder político que pudo ser pero que no culminó porque lo asesinaron. A menudo me gusta citarlo, como a él le gustaba citar a otros. Por ejemplo, en una ocasión recordó a Francis Bacon y su frase “en este teatro de la vida del hombre, sólo Dios y los ángeles pueden ser espectadores”, para añadir, de cosecha propia: “Podemos hacer cosas, podemos conseguir que pasen, podemos progresar “. Este año, modestamente, he hecho cosas que creo que han valido la pena, que han ayudado a hacer que pasen otras cosas, y no estoy tan seguro de si todo ello ha ayudado a progresar, pero tengo clarísimo que lo he intentado por la parte que me tocaba, en un año en que todos los que nos hemos dedicado a esto de la política en Catalunya lo hemos hecho contra los elementos, en un contexto tsunámico y mirando de trazar relato (cuando lo hemos tenido) con las mismas perspectivas de éxito que tendría alguien que mira de trazar una línea recta en un papel, montado en la montaña rusa Shambala (mucho más heavy que el Dragon Khan) de Port Aventura.
Bobby también citó en una ocasión a George Bernard Shaw cuando éste dijo: “Hay quien mira las cosas tal como son y se pregunta por qué. Yo sueño con cosas que nunca han pasado, y me pregunto por qué no”. Fue bastante en esta línea, y con este espíritu, por lo que acepté asumir la dirección de Comunicación del Partit Demòcrata, cuando hace algo más de un año me lo propuso Marta Pascal. Y, al hacerlo, al aceptar y hacerlo público, dos de las primeras llamadas que recibí fueron las del president Artur Mas y el president Carles Puigdemont. Los dos me agradecieron la apuesta y coincidieron en destacar que me consideraban “valiente”. Esto último me sorprendió, aunque poco después entendería perfectamente como era que ambos habían elegido aquel adjetivo y no otro.
En la mítica peli Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, dicen: “Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”. Personalmente no creo que la vida (tampoco la política) vaya de valientes o no valientes, pero a menudo sí sobre todo de coherencia, de convicciones y de actuar consecuentemente con unos valores y unos principios, a pesar de las dificultades y de cómo de negro pueda pintar llevar todo esto a la práctica. Mas y Puigdemont, a su manera y con sus circunstancias, errores y aciertos, creo que son ejemplo de ello en nuestra política. Y, por mi parte, a escala, creo que yo no he hecho más que intentar hacer de esta manera.
La misión que se me encomendó hace algo más de un año parecía, a primera vista, claramente, una de esas “misiones imposibles” que recibían los protas de aquella mítica serie de los sesenta (después vendría Tom Cruise con la saga blockbuster). Pero no podía decir que no. Por coherencia con aquello en lo que creía y lo que había defendido hasta entonces. Porque después de años estudiando el mundo de la comunicación política, de observarla a ella y a sus protagonistas, después de analizarla mucho, de recorrer sus técnicas y consecuencias, era obvio que si me daban la oportunidad de trabajar desde el principal partido del Govern, y además en un momento clave, a las puertas de una campaña de un referéndum por la independencia, no podía decir que no, a no ser que optara en el peor momento por aquel rol de espectador que Bacon reservaba para las altísimas esferas. Y dije que sí, y estoy muy contento de ello, personalmente y profesionalmente. Otra cosa es la profunda preocupación que hace tiempo que tengo, y que todavía arrastro, por la situación política del país y sus consecuencias a corto, medio y largo plazo. Pero de eso no me corresponde hablar en este momento. Aunque sí quería destacar que este año que parece que haya sido mucho más tiempo, por la cantidad de cosas (grandes) que han pasado, ha sido un gran aprendizaje personal y profesional del que tengo claro que la mejor parte se la llevarán mis alumnos de la facultad.
George Stephanopoulos, uno de los grandes spin doctors del presidente Bill Clinton, escribió un libro de memorias al terminar su breve etapa de director de Comunicación en la Casa Blanca. Lo tituló All too Human. Todos demasiado humanos. ¡Ay, el factor humano! ¡Lo importante que es en política, y lo poco que se habla de él en los libros y manuales de marketing y comunicación electoral! Yo lo he vivido de primera mano en un año en que todos los actores políticos de este país han vivido peligrosamente, al extremo y con consecuencias durísimas para algunos, lo que ha sacado lo mejor y lo peor de muchos de ellos. El factor humano. La clave que a veces hace que lo más sencillo no salga por químicas personales, pero que por el mismo motivo a veces lo más complicado acaba dándose. Y aquí, en más de una ocasión, te das cuenta que el actor implicado más pequeño, complementario u ocasional, puede ayudar a que ciertas cosas pasen, pequeñas o grandes, por la importancia de este factor humano, por causa del azar o de factores que el maestro de periodistas Ryszard Kapuscinski describía como imponderabilia. Y ha sido un privilegio y un honor, haber tenido una buena ración de todo ello en un año largo donde he vivido en el ojo del huracán momentos como:
– La campaña del referéndum por la independencia.
– Los hechos del 20-S y la manifestación ante la conselleria de Economía.
– El 1-O.
– La gestión institucional, política y social de los hechos del 1-O.
– El debate, interno y externo, sobre la DUI (suspendida o no suspendida).
– La jornada en la que íbamos a elecciones anticipadas sin DUI, y al final no.
– Aquella desangelada proclamación de la independencia en el Parlament, el 27 de octubre (anécdota: el día que un servidor cambiaba de década).
– El desconcierto que siguió los días después a ese momento.
– El exilio y la cárcel para los miembros del Govern Puigdemont, y los líderes de ANC y Òmnium.
– La aplicación del artículo 155 por parte de Rajoy, y la convocatoria de elecciones al Parlament.
– La campaña electoral del 21-D (con un servidor en el Comité de Estrategia). Una campaña, por cierto, con el candidato a miles de kilómetros de distancia y con una marca electoral nueva, Junts per Catalunya, que creamos en unos días (nombre y logo incluidos) y no con pocas dificultades y equilibrios que parecían imposibles.
– La (no fácil) gestión de la victoria electoral (por aquello de quedar como primera fuerza independentista).
– La dimisión de Artur Mas como presidente del PDeCAT y la sentencia del caso Palau.
– Los diferentes intentos de investidura del president Puigdemont, de Jordi Sánchez, de Jordi Turull, y finalmente la exitosa de Quim Torra.
– El papel clave del PDeCAT en el éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy.
– La segunda Asamblea del PDeCAT (convulsa, como en general la corta vida de este partido), donde se descabalga a Marta Pascal y la releva David Bonvehí.
Ha habido legislaturas enteras, incluso lustros, donde no han pasado tantas cosas. De hecho, algunas de las que acabo de mencionar no tienen paralelismo que en el pasado resista la comparación, aquí en Catalunya. El aprendizaje, reconcentrado, ha sido, en consecuencia, espectacular, y creo que he podido hacer algunas aportaciones, que en todo caso deberán juzgar otros, no yo.
Durante este año, hemos construido un departamentode Comunicación sólido en el Partit Demòcrata, con un equipo bien definido y organizado en Prensa, Digital e Imagen y Diseño. Aquí la figura de Pep Rius, jefe de Prensa de la casa, ha sido clave, por su buen oficio, por su complicidad máxima y su incansable currar. Con él, el resto de la pandilla de Comunicación: Helena, Raquel, Nerea, Mariona, Joel, Mireia, Narcís, Sergi, Josep. Y como portavoz, (la muy eficaz) Maria Senserrich. Pequeño gran equipo. Como los pequeños grandes hitos que hemos ido logrando, también en campaña electoral, con aportaciones claves a un espacio político convulso y en pleno proceso de reinvención. La tarea en off, endulzar relaciones políticas y personales nada fáciles en esta parte del soberanismo político en metamorfosis (interna y externa), también ha ocupado una buena parte de mi dedicación. Y ahora todo pinta que confluye hacia una convergencia de sensibilidades muy diferentes que pueden sumar a un proyecto independentista mayoritario y central, donde el PDeCAT queda en buenas condiciones de ser actor clave. Todo ello ya está encarrilado, y me gustaría poder decir que lo más difícil ya ha pasado, pero no me atrevo.
Es en este sentido que he querido ser consecuente también con lo que escribí hace tiempo en uno de mis libros: “La vida política de los spins debe ser corta” (al igual que lo recomendaría para los políticos). Períodos de dedicación intensos, marcados por unos objetivos a alcanzar, y hala a volver a la vida civil, donde también se puede sumar mucho. A mí se me encargó establecer puentes sólidos de interacción con los medios y organizar e impulsar un equipo de comunicación de un partido que tenía que vivir un año decisivo y de cambio (no se sabía exactamente hacia dónde). Y ahora que la tarea interna se ha hecho, y con buenos resultados, ahora que un necesario espacio político independentista y central está a punto de tomar forma, con el Partit Demòcrata en buenas condiciones de sumar, he decidido que esta etapa mía trabajando en una formación política ha tocado a su fin. No me desentenderé nunca de la política, y la seguiré como periodista, asesorando externamente cuando se me pida, y analizándola (a ella y a su comunicación) desde el mundo universitario. Pero esta etapa intensa en este año que ha cambiado la política catalana como nunca desde la recuperación de la democracia, hoy termina. El amigo Pep Rius es desde hoy el nuevo responsable de Comunicación del PDeCAT.
Muchas gracias a todos los que me habéis ayudado de una manera u otra durante este tiempo. En los medios, a los compañeros periodistas, desde su trinchera y buen oficio. En la sede de Provença, a un personal que de hecho es una familia. En la sede electoral de la calle Jesús, durante la mítica campaña del 21-D, a la candidatura en pleno. En Plaça Sant Jaume, a un equipo institucional que tiene ante sí un reto impresionante, con la misión anexa de no desfallecer en la lucha diaria por conseguir la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados.
¡Gracias! Y ahora, a sumar desde otros lugares, con novedades que en breve conoceréis, y como un ciudadano más, a pie de calle.