Junqueras y la Convergència del s.XXI

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    Siguiendo los movimientos del vicepresidente y consejero de Economía, Oriol Junqueras, se podría pensar que el ejemplo de Mariano Rajoy ha traspasado las fronteras de la política española. Podríamos llegar a esta conclusión, atendiendo a cómo el republicano sabe hacerse invisible y confundirse con el mobiliario cuando le conviene (que últimamente es bastante a menudo), mientras que a su alrededor sus allegados trabajando a todas (sin que él no se vea salpicado), y mientras sus adversarios electorales tropezando solos o con la ayuda de sus teóricos socios (esto, cuando pasa, sin que tampoco se note). Se podría pensar esto o que, básicamente, en el PDECAT hay mucho trabajo pendiente para resituarse y redefinirse, y que el líder de ERC simplemente sabe sacar jugo sin necesidad de esforzarse demasiado, cómo mínimo tumbado y esperando que la fruta madura caiga del árbol, al estilo de la caricatura que a menudo se hace de Rajoy. En todo caso, sabemos aquí y en la China Popular que Rajoy siempre ha removido el árbol para ayudar a la caída de la fruta. Él o los suyos.

    Una parte de la proyección de éxito de Junqueras se explica claramente por la desorientación convergente. Por la polifonía de voces y la dificultad de concretar un liderazgo definido y un discurso con gancho y claramente comprensible al nuevo PDECAT. También es cierto que aquí muchos ya hacen como si Junqueras fuera presidente en función de lo que dicen unas encuestas que en todas partes se equivocan, pero ese es otro debate. Si hacemos caso de cierta tendencia electoral de los últimos tiempos, ERC al alza y su líder tiene una buena valoración (la mejor según el último CEO). Aquí cabe destacar el trabajo de su equipo de comunicación, encabezado por su principal spin doctor, Sergi Sol, implacable, ante todo, con los compañeros de gobierno. Esto existe pero, de fondo y más importante, la expectativa de crecimiento de ERC se da por una ocupación gradual del espacio central del independentismo, donde la antigua Convergència se ha instalado del todo, pinta que perdiendo buena parte de los soberanistas (no independentistas) que habría tenido tradicionalmente a favor, y no siendo suficientemente atractivo y sinónimo de éxito para una nueva generación indepe.

    Junqueras y su equipo (especialmente el de comunicación) tienen buena parte del mérito en su expectativa de triunfo electoral, pero el principal causante es el PDECAT. Que Junqueras, ante empresarios y de gente mandona, pueda ir presentando su proyecto como “la Convergència del siglo XXI” y erigiéndose en sinónimo de cordura, de estabilidad y de “centro”, es en buena parte gracias al hecho de que los herederos naturales de lo que fue CDC no están terminando de sacar el capital que podrían.

    El presidente Carles Puigdemont se planta delante de Madrid y dice que no irá a reuniones de Madrid con los otros presidentes autonómicos y el gobierno español, y exactamente en paralelo se sabe que el vicepresidente quiere reunirse con su homóloga española, y en Barcelona. El del PDECAT no recibe ningún reconocimiento especial ni mueve mucho voto a favor por su gesto, mientras que el de ERC no parece perder la cabeza y va consolidando cierta imagen de interlocutor que ante Madrid negocia para conseguir réditos, a el estilo del catalanismo de toda la vida. Está pasando. Y no creo que sea nada grave, eso sí, siempre que en parte no pase por una motivación en clave de ciclo electoral catalán de aquellos de toda la vida. En clave de elecciones autonómicas donde básicamente se dirima una carrera entre partidos para ver quién gobierna la Generalitat autonómica. Aquí Junqueras estaría ganando la partida, pero el independentismo la perdería estrepitosamente.

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