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- 14 jul
Lo harán o ya se lo harán
Viernes de resurrección… de la militancia. Ha pasado en Cataluña, este fin de semana. No en domingo y no precisamente respecto de una sola persona, ni siquiera aquel a quien tildaron de mesiánico a partir de un desafortunado cartel. Y si bien alguien podría pensar que lo que empieza mal tiene todos los números para acabar igual, que barrena antes si realmente esto del Partit Demòcrata Català ha empezado mal o todo lo contrario. Cuatro ideas para remover a ella.
Primero. Se ha apuntado clarísimamente a una voluntad de pasar página de los hiperliderazgos que durante décadas marcaron Convergència. ¿En su casa, se respeta y se estima Artur Mas? Sí, por supuesto, pero la base ha dejado claro que ni él ni ningún otro que le venga detrás ya no pueden aspirar a hacer unilateralmente y esperando asentimiento por aclamación. Ni ningún líder ni ningún equipo que lo rodee. En los próximos días veremos si el proceso de primarias para elegir la cúpula reafirma esta voluntad o si todo ha sido sólo un espejismo y un esbravamento puntual. De ser lo segundo, mal. De confirmarse la tendencia, este nuevo partido arranca armónico con los signos de los tiempos.
Segundo. El nombre. Las dos propuestas iniciales eran infumables desde el punto de vista marketiniano y del mínimo buen gusto, pero por lo demás, fueron propuestos de forma extemporánea que estaba destinada al fracaso que protagonizaron. Dicho esto, este frente ha sido una palanca clave para impulsar la militancia a moverse. Bienvenido el fiasco inicial, pues. La base ha demostrado que muchos ojos ven más que unos pocos. Y aquí la elección de Partit Demòcrata Català es un gran qué. Maragall lo quería crear en su día a escala europea, existe en Estados Unidos y en Italia, en ambos países gobierna y es sinónimo de buenos atributos anexos. Nace como partido heredero de Convergència Democràtica de Catalunya, y por lo tanto es un buen y lógico destilado. Y por la polémica con los escindidos de Unión, bautizados hace cosa de un año y pico como Demòcratas, ya se ha fijado el nombre en todas partes. Y esto no ha hecho más que empezar. Importante, que te conozcan.
Tercero. Ha habido debate, refriega y controversia, pero no insulto, rotura o baile de bastones. Esto en un congreso, y más en un de estas características, es importante. Los que han querido jugar a las enmiendas a la totalidad por sistema no han sido seguidos por el grueso de los congresistas. La gente que ha participado en esta fundación de partido no lo ha querido hacer enfadada sino ilusionada con un nuevo proyecto. Han sido críticos pero no destructivos, y aquí algún aspirante a líder ha quedado claramente descolocado, seguramente de forma definitiva.
Cuarto. El triunfo de la nueva generación. “Nos exalta lo nuevo, y nos enamora el viejo”, citó el presidente Puigdemont en la clausura (por cierto, breve pero intensa, como marcan los tiempos y como ya nos empieza a tener afortunadamente acostumbrados). Este congreso no iba de matar o de desaprovechar el activo de una generación política, sino de tomar el relevo. Esto no enviar a nadie a la papelera de la historia, y la prueba es que los nombres que salen de entre las diferentes propuestas de futura cúpula hay de veteranos juntos con la necesaria savia nueva. Pero este congreso, si alguien la ha ganado, es la JNC. la Juventut Nacionalista de Catalunya que lidera Sergi Miquel con un equipo que tiene muchas cosas que decir (y hacer). Lo tienen clarísimo los militantes (ahora no dicen así pero ya me entienden) que participaron en las tres comisiones congresuales. Sin esta palanca de cambio, enérgica, que se había preparado los temas y que por ejemplo fue determinante para dibujar el cuadro de incompatibilidades, la cual habría ido bastante diferente. Y el nombre de Miquel se suma a partir de este congreso con fuerza a Munté, Castells, Pascal, Bonvehí, Villa, Buch, Solsona y tantos otros que está claro que deberán jugar un papel central en esta nueva etapa. El congreso fundacional, al igual que Puigdemont en el relevo de Mas, ha demostrado que este espacio político tiene en el banquillo esperando gente dispuesta a dar el paso y con opciones de hacerlo con fuerza. Ahora deben culminar, claro, primero internamente y luego a escala de país en unas elecciones. Si no lo hacen, ellos mismos. De oportunidades como esta seguramente no tendrán ninguna otra. Les va el todo por el todo. Lo harán… o allá ellos.
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