¿Obra nueva o reforma?

  • ¿Obra nueva o reforma?

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    Algunos dirán que es desconcierto, otros, desorientación y quizás los de más allá, desbarajuste. Cada uno que ponga su tono e intención, pero es evidente que el partido que aún hoy lidera Artur Mas vive una crisis de identidad profunda que no puede arrastrar mucho más si es que Convergència quiere sobrevivirla. ¿Ante eso, obra nueva o reforma? Leía esta dicotomía el otro día en Twitter y me hizo reír (y pensar). Porque, ciertamente, si se puede escoger, cuando se trata de elegir hogar, más vale apostar por obra nueva, que no tirar de parches en un edificio viejo que periódicamente irá reclamando reformas y recordándote que no es lo que era cuando nació. Ahora bien, hogar nuevo tampoco es garantía de nada definitivo per se.

    El estado hamletiano de Convergència se entiende, por los mil y un cambios y sacudidas que ha protagonizado en poco tiempo, pero más allá del mérito evidente de no haber desaparecido o caído en picado como lo han hecho otros que en el Parlament y más allá fueron y ya no son, necesita una redefinición urgente, en el sentido de volver a definirse claramente y nítidamente como actor político singular y, sobre todo, útil. ¿Esto quiere decir que debe dejar de aspirar a representar capas amplias de la sociedad desde la complejidad? No, esto quiere decir que se debe hacer entender, sin complejos pero dejando de tirar de la inercia y del pensar que a pesar de todo se va tirando. Si construyen un nuevo artefacto político con estas maneras de hacer y con protagonistas que arrastran este estilo, nada de todo ello tendrá sentido, primero para un electorado que le dará la espalda.

    Los dirigentes de Convergència han tenido la habilidad de ir driblando un contexto manifiestamente adverso, y su base social se ha demostrado suficientemente sólida y amplia, contra los elementos. Pero a nadie se le puede pedir vivir permanentemente desde la resistencia. No es sostenible (ni sano) ‘in aeternum’.

    Lo lógico sería que, si de aquí de la cita no patina mucho, Carles Puigdemont fuera el próximo candidato de Convergència (o llámenlo como quieran) en las próximas elecciones. Lo lógico sería que Mas se centrara en la construcción de un gran polo de pensamiento y de nexo con sectores sociales y dinámicos que se han despegado del proyecto, más allá de la esfera política. Lo lógico sería que el partido tuviera quien se dedicara a él en detalle, ordenándolo, dinamizándolo, dotándolo de sentido y de perfil propio. Lo lógico, en definitiva, sería no desaprovechar esta oportunidad que quizás no volverá a tener, y que ahora, después de todo lo que ha pasado, y contra toda lógica, Convergència afronta al frente del Govern y de bastantes instituciones claves.

     

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