La ‘rara avis’ vuelve a intentarlo

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    La UMP (Unión para un Movimiento Popular) ya no existe en Francia. ¿Ha muerto? No, porque esta formación, que en su día nació de la fusión de diferentes partidos como aquel RPR que tampoco ya no existe y que también fue fuerza de gobierno, ahora se llama Les Républicains. Esta nueva plataforma electoral, que nace sin siglas y en plural (como lo hace la moda, aquí y allí) es el partido de Nicolás Sarkozy y de Alain Juppé, como antes lo era la UMP, y como antes de este lo era el RPR de Jacques Chirac. ¿Ha muerto el gaullismo? ¿Ha muerto el espacio político del centro-derecha en Francia? No, ha cambiado de piel. A la darwiniana, ha sabido adaptarse al medio, como lo hacen la mayoría de partidos en todo el mundo, cuando es necesario con cambio de nomenclatura incluido, como lo hace ahora Convergència.

    La mala noticia es esto que está pasando, para los apóstoles de la desaparición de Convergència, que ya la daban por muerta en los años ochenta del siglo pasado, cuando cayó la UCD de Adolfo Suárez, con quien comparaban el invento de Jordi Pujol, Miquel Roca, Ramon Trias Fargas y otros. La mala noticia, para los que siempre han encontrado incómoda y sobrante la existencia de este espacio que como pocos ha ayudado a diferenciar y a singularizar el mapa político catalán, es que Convergència no desapareció entonces, tampoco cuando perdió la mayoría absoluta, tampoco cuando perdió el poder, tampoco con la defenestración de Pujol ni ahora con el paso un lado de Artur Mas. Porque como nos decían en la escuela, en clase de Naturales, nada se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Y en Convergència son maestros en esto del “transformismo”.

    La crisis del comunismo o de la socialdemocracia ha afectado y afecta a diferentes partidos que se ubican ahí, y eso suele ocurrir con todas las ideologías. Cuando está al alza, buena salud. Cuando decae, decadencia. Pero en esto Convergència siempre ha sido una “rara avis”. Lo es en todos los sentidos, no sólo en el ideológico, donde es difícil de clasificar. Y quizá ahí buena parte de su conexión con una parte sustantiva de un país que también tiene su punto importante de dificultad de clasificar. Muchos no se explican cómo, tantos siglos después, Catalunya sigue existiendo y reivindicándose. A muchos les molesta. Pero ahí que aguanta.

    Pasqual Maragall dijo en su día que el PSC era el partido que más se parecía a Catalunya. Aquel PSC ya no existe ni él forma parte del partido. En cambio, Convergència (o como se llame) sigue disputando esa liga que afortunadamente nunca nadie ganará en solitario.