Dejad que Iceta sea Iceta

  • Dejad que Iceta sea Iceta

    mcgarrycasas

    Cuando en 1991 los cronistas políticos de Madrid describían el equipo de fieles que Narcís Serra se iba montando en Vicepresidencia tras casi una década de reinado de Alfonso Guerra en la cocina de la Moncloa, el papel de Miquel Iceta era descrito sucintamente como responsable de “cuestiones de análisis”. Papeles, estrategia, discurso. Y allí que faenó el actual líder del PSC a placer, durante unos pocos de los “años de la crispación” con que la prensa describió aquella agónica etapa del felipismo en el poder. Unos años donde en el complejo monclovita, el vicepresidente y su equipo vivieron peligrosamente. No sabemos, en todo caso, si los vivieron de forma tan divertida y alocada como los protagonistas de la serie estadounidense ‘Veep’, que va sobre una vicepresidenta de Estados Unidos y su equipo de asesores. Es esta, en todo caso, la serie que hace reír y desdramatizar la crudeza del momento político a la actual mano derecha de Iceta en el PSC, un Enric Casas también gato viejo en esto de controlar en la cocina de la política.

    Casas, desde que Iceta asumió el liderazgo del partido, pasó a controlar la secretaría de comunicación y acción electoral del Partit dels Socialistes de Catalunya. Y aunque la jefa formal de la campaña electoral del 27-S es Assumpta Escarp, el director de orquesta en el ámbito de prensa, comunicación y publicidad es un Casas que así, de facto, asume el grueso de lo que más pesa en un período electoral. Él, de hecho, junto con Iceta y José Zaragoza, ya había sido uno de los cerebros de las campañas de más éxito en los tiempos más dulces del socialismo catalán. Y a ello que ha vuelto con su amigo Iceta, en un año donde aspiran a salvar los muebles para que alguien más joven y con más energía venga después a tratar de remontar.

    UNA COYUNTURA ENDIABLADA

    Pero antes de que se pueda pensar en firme en una nueva etapa, el PSC debe intentar driblar una endiablada coyuntura donde corre el peligro de quedar atrapado y caer en la irrelevancia entre la potente lista independentista, la contundencia unionista de PP y Ciudadanos, y el impulso por la izquierda de Podemos en el marco de la candidatura Catalunya Sí que es pot. Y Casas tiene depositadas sus esperanzas en el contexto del día después, es decir, en que tal vez “el lío” que pueda derivarse del resultado de las urnas reivindique la experiencia de Iceta. “Es importante ser sensatos”, advierte Casassobre este momento posterior a las elecciones del 27-S. Y así viene a decir que si una parte de los votantes entienden que el PSC puede ser imprescindible para sumar, igual incluso se salen con la suya. Y aquí la vena del amigo y al mismo tiempo asesor del líder de los socialistas catalanes emerge con fuerza.

    Le gusta la serie Veep y las aventuras y desventuras de los spin doctors de la vicepresidenta Selina Meyer, pero no puede abstraerse de un referente de ficción que a él ya le cogió con años de experiencia gestionando poder en la sombra: “¿Mi héroe? Un clásico: Leo McGarry (el personaje interpretado por John Spencer)”. Como él, un gato viejo que en ‘The West Wing’ (‘El ala oeste de la Casa Blanca’) es la mano derecha de otro líder de quien a la vez es amigo y principal asesor. De hecho, uno de los momentos más míticos de la serie llega cuando en el capítulo ‘Let Bartlet be Bartlet’ (‘Dejad que Bartlet sea Bartlet’) descubrimos cómo el asesor anima al líder (entonces hecho un mar de dudas sobre su futuro) a dar el paso definitivo para optar a la presidencia, escribiéndole este mensaje en una servilleta de papel.

    Pocos esperan que en el mapa político que surja del próximo ciclo electoral los socialistas tengan un papel protagonista que pueda hacer vivir una segunda juventud a Iceta y su equipo, por ejemplo desde la vicepresidencia del gobierno catalán. Este escenario se vislumbra remoto. Pero Casas, en cambio, sí tiene claro que si existe alguna opción de hacer algo y asumir algún papel en campaña y en la gestión del día después de los resultados, deben dejar que Iceta sea Iceta. ¿Es el candidato tipo que marcan los manuales de marketing político que uno y otro devoran con fruición? No, está claro. Pero ha asumido el riesgo de poner la cara cuando pintan bastos. ¿En clave de último servicio a la causa? Veremos.

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