Fiarlo todo al fracaso

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    Felipe González, que es muchas cosas y entre ellas zorro viejo, cuando hace unos meses se propagaba el run-rún de que Pablo Iglesias recordaba al líder socialista de joven, dejó caer en el programa televisivo de Pepa Bueno: “Pues no lo veo, la verdad. Y a mí que me recuerda a Aznar…”. Diana. Por aquello del gesto agrio, del mitin-bronca, de la sonrisa forzada. Tenía sentido. El parecido razonable estaba ahí, como haberlo haylo en la estrategia de Rajoy, de Iglesias, de Rivera, de los socialistas y hasta de Duran frente al proceso soberanista y las elecciones del 27-S. Lo fían todo al fracaso. Craso error.

    Ahí coinciden teórica nueva y teórica vieja política española. Ahí coinciden en equivocarse, sobre todo por dejar a un lado lo que interesa a la gente: la buena política. La que construye, la que no lo fía todo a que la inercia eche el resto. Así, con esta (no) política, Rajoy ha complicado muchísimo una solución razonable a lo que hierve en Catalunya. Y él (quizás no sabe más) persiste en ello hasta el límite del ridículo, esta semana vaticinando cual pitoniso que “Catalunya no será independiente”, como antes auguró que no habría ni fecha ni pregunta para el 9-N, que este no existiría y tantas otras cosas en la línea de la antipolítica, ausencia de soluciones y propuestas constructivas. La idea es esperar a que se aparezca la Virgen en forma de error letal del rival, y así lleva Rajoy unos cinco años respecto a Catalunya.

    Mariano Rajoy es la quintaesencia de este proceder antipolítico, pero frente al proceso, otros com Duran Lleida, ante la falta de proyecto creíble y de oferta con suficiente gancho o espacio electoral, también caen en ello. Y así es como el líder de lo que queda de Unió dice que aquí se ha emprendido un «viaje a la nada». Rajoy dice que vamos al «abismo». Igual de estimulante. Igual como Iglesias y su apéndice de Iniciativa, que lo fían todo a seguir identificando absurdamente el proceso con Artur Mas, incluso ahora que la lista independentista la liderará un antiguo militante destacado ecosocialista, Raül Romeva.

    Pero ellos ahí que persisten, con el método (fracasado) de siempre para con Catalunya. Ahí nadie innova en la movida política española. Y mientras, en Catalunya, la centralidad del catalanismo, hoy por la independencia, prueba cosas nuevas, se mueve, se redefine, deja lo “anti” para sumar políticamente y socialmente. Para construir un estado, que como los otros no será ni de derechas ni de izquierdas ni de centro. La ideología, para los gobiernos y las cámaras de representación, ahí donde las diferencias se deben notar cuando más se necesitan.

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