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- 12 nov
Ahora, la “Cupvergència”
Sólo faltaría que después de décadas hablando de la leyenda urbana aquella de la “sociovergència”, que todo el mundo ha oído a hablar de ella pero que nadie nunca la ha visto en el gobierno catalán, ahora nos sacáramos de la manga otra alianza aún más improbable: la “cupvergència”. De hecho, ya los hay que la hacen correr incluso con hashtag en las redes sociales. Y es que demasiado a menudo pienso que ciertas capas activas que se mueven alrededor de nuestra política son carne de frenopático.
El abrazo del presidente Mas y de David Fernández la noche del 9-N fue para los de la teoría de la “cupvergència” un regalo de los Dioses. “¿Lo veis?”, decían. Y no llegaban a entender que aquello fue fruto de la alegría compartida del momento, partidismos a parte. De la alegría que aquella jornada unió a ciudadanos de ideologías, de edades y de condiciones muy diversas. También, por unos segundos, a Mas y Fernández. Pero nada más. Un rato después ya teníamos a la diputada de la CUP, Isabel Vallet, metiéndose con CiU. Por lo tanto, todo en orden.
En la vida, como en los partidos y sobre todo como entorno a los partidos, los hay que son más papistas que el Papa. Pasa por todas partes, y con esto de la desazón por la “cupvergència” se palpa también alrededor de ERC. ¿Que hay inquietud en el entorno de Oriol Junqueras por el contraste entre la imagen que el líder republicano ofreció y la que proyectaron la CUP, Quim Arrufat y Fernández a partir de la cumbre de Pedralbes y las semanas posteriores? Sí, lo he constatado en primera persona. ¿Que desde ERC se entiende (y se critica muy agriamente) que CiU está dando juego y papel a la CUP porque esto podría dejar en evidencia las presiones republicanas por precipitar un calendario electoral propicio y con un esquema de partidos tradicional que favorezca sus expectativas? También. Pero de ahí a vaticinar una imposible “cupvergència” hay un gran trecho. Por tanto, calma. Especialmente alrededor de los partidos. En “el entorno” aquel que siempre está ahí, que tanto mal puede llegar a hacer y que por ejemplo en el Barça Johan Cruyff ya criticaba hace décadas.
Los nervios son inevitables, en general en la arena política, y más concretamente en el muy removido patio político catalán del presente. Normal. Pero sería necesario, desde los partidos y sus respectivos entornos, no sumar más desazón. Los proyectos son diferentes y los cálculos en singular pueden seguir ahí como siempre, pero a todo ello hay que sobreponer el interés general que el momento reclama como nunca. ¿Que tienen ritmos diferentes? ¿Que no hay química y que epitelialmente la mayor parte del tiempo se repelen? Pues a poner crema. No a rascar en la herida. Y a saber asumir el nervio y a gestionarlo, no a traspasarlo a la ciudadanía, que ya ha hecho bastante.
Porque la presión, en política, hay que saber gestionarla. Es parte de la responsabilidad de los políticos, no sólo cuando están en el gobierno sino también cuando están en la oposición aspirando seriamente a ser gobierno y, en consecuencia, preparándose para algún día asumir aún mucha más responsabilidad y nervio.
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