La mirada

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    ¿Cómo quieres liderar una sociedad que ayudas a estigmatizar injustamente? ¿O es que ya has renunciado a ello y básicamente aspiras que desde fuera te pasen la mano por el lomo? Me lo he preguntado sobre el primer secretario del PSC, Pere Navarro, a partir de la agresión que sufrió hace unos días y a partir de su reacción a este hecho.

    Cualquier tipo de agresión, verbal o física, se tiene que rechazar de pleno desde el momento mismo en que se da. Esto ya lo tenemos. Y, a partir de aquí, sólo faltaría que en una sociedad democrática y libre no nos pudiéramos preguntar sobre la gestión que de aquello hace un representante público. Porque la solidaridad con el agredido, toda, pero esto no obliga a comulgar a propósito de las derivadas que de aquello haga el protagonista, y mucho menos nos podemos dejar de hacer preguntas pensando que su mirada y el relato que de aquello pueda hacer a posteriori sean neutros. No lo son. Como tampoco lo es su mirada, ni tampoco aquella que quiere proyectar al resto de la sociedad.

    La mirada. A esto (en plural) apeló Navarro un día después de los hechos, en su relato en los medios. Relacionó la bofetada y el insulto que recibió por parte de una mujer a las puertas de la catedral de Terrassa con el momento político que vive Catalunya. Y dijo que cree que esto ha sido fruto de una crispación que palpa en la sociedad vía, por ejemplo, «miradas» que le dedican por la calle.

    La mirada. En principio es la acción de mirar, de fijar la vista sobre alguien o algo. Y esto nos sitúa en dos puntos de partida básicos: la voluntad de ver y la manera de mirar. Y esta «manera de mirar» contempla aún un segundo nivel de significación: el de la intencionalidad comunicativa. ¿Qué quieren comunicar los ciudadanos que se encuentran por la calle a un político o persona pública cuando lo miran? Mil cosas. ¿Pero las sabemos exactamente hasta que no nos las verbalizan? No, lo que podemos tener es aquello que dijo el mismo Navarro que lo movía a derivar de la agresión que sufrió un clima social crispado: «percepciones».

    Nuestra percepción, el significado que atribuimos a los estímulos que nos llegan a través de los sentidos, se basa en las experiencias. Y las percepciones pueden ser subjetivas, dependiendo de los instintos particulares, y selectivas, en función de la historia individual, de los intereses y de las actitudes. Y seguiríamos analizándolo y no nos lo acabaríamos, pero la conclusión es evidente: la percepción de Pere Navarro (como la del resto) es subjetiva y selectiva. Interesada, por supuesto. Pero para sustentarla hay que basarla en experiencias tangibles, significativas. Y aquí es donde el relato del líder socialista colapsa. Porque la sociedad catalana que dice querer representar (y sinceramente no sé si lo dice ya como puro recurso retórico y si realmente ha renunciado a ello) no apunta ningún indicador factual en términos de violencia que justifique la categorización que él ha hecho del puntual incidente que ha sufrido. Una versión, la suya, que quiere estigmatizar una manera de pensar, pero que de paso lo hace con el conjunto de una sociedad que esto no lo merece. Y menos de la mano de aquellos que la conocen y que dicen querer defenderla.

    (Para leer el artículo en el Boletín del Centre d’Estudis Jordi Pujol -CEJP-, clicad aquí)