De oportunidades perdidas

  • De oportunidades perdidas

     

    La no política. El no discurso. Rajoy el martes en el Congreso no hizo un discurso. De su boca brotaron palabras, sí, pero eso solo no hace un discurso político. De hecho, de aquello que dijo no sé qué podemos aprovechar. Es decir, ¿qué solucionó? O incluso, ¿a qué solución remota apuntó como la teoría marca que tienen que hacer los líderes cuando su sociedad se encuentra ante un reto? Nada. Cero. Un ir tirando, y ala. Una nueva oportunidad perdida. Y van tantas que se hace difícil pensar que ésta no haya sido la última.

    Una de las más míticas canciones del grupo Los Secretos es aquella de título “Déjame”. Les he dejado enlace con la música. “Déjame, no juegues más conmigo… esta vez, en serio te lo digo… tuviste una oportunidad… y la dejaste escapar”. ¿Soy el único que ve un paralelismo curioso con la relación Catalunya-España y con aquello que pasó este martes 8 de abril en el Congreso?

    El caso es que ni en fondo ni en forma, el martes, ni Jordi Turull ni Marta Rovira ni Joan Herrera no entonaron esta letra. De hecho, la suya fue la enésima oportunidad que desde Catalunya se ha ofrecido para mirar de resolver civilizadamente y conversada una relación que es evidente que no funciona y que cabalga desbocada en dirección a la ruptura. 

    Si algún día existió amor (que yo no tengo constancia) de aquello parece no quedar ni rastro. El martes, por ejemplo, el lenguaje de los unos miraba cómo de educadament podían insistir de nuevo en que Catalunya quiere decidir si sigue como hasta ahora o quiere cambiar. En paralelo, los otros mostraron su sentimiento de propiedad, de conquista, y poco más de significativo en el ámbito del “sentir”. Eso sí, con diferencias en el estilo. Rubalcaba, con un ademán propio del galán demodé que mira de atraer con caída de ojos al estilo George Clooney pero sin su encanto, su edad ni sus cabellos, y además captándose las intenciones poco románticas a la legua. Díez, en versión réplica parlamentaria española de Linda Blair (la niña del Exorcista) vomitando insultos y desprecio en vez de líquido verde. Y Rajoy, como queriendo hacer de Groucho Marx conservador y de derechas, siempre un paso más allá del sarcasmo, con cigarro incluido y con bigote, y con barba y con dos huevos duros también. Sin hacer gracia y sin discurso, pero sí con mucha retórica vacía de aquella que cuando te la plantan a la cara ves claro que se están mofando de ti abiertamente.

    ¿”Tuviste una oportunidad”? El martes sí, pero ésta era la que hacía mil. Como de estas, por la tercera vía, han circulado a chorros oportunidades y manos extendidas desde Catalunya. ¿Y la propuesta alternativa? La de siempre: quédate cómo estás o te arrepentirás, y por tanto esto es lo que hay y si no quieres caldo, dos tazas. Y después todavía habrá quién se extrañe que una parte creciente de la sociedad catalana vaya tirando millas, vaya optando por el “déjame”. 

    Ninguna asunción del malestar o de la parte de responsabilidad que se pueda tener. Ninguna propuesta de vías reales para mirar de solucionar nada. En definitiva un ‘no’ como síntesis del contenido de un no-discurso que evidentemente, en consecuencia, al ser vacío, no aportó ninguna perspectiva de mejora o de alternativa. ¿Idea que respira el no-discurso de Rajoy? “Sacaos esta locura de la cabeza”. Y bien, el caso es que en pleno siglo XXI esto se puede descodificar perfectamente como una invitación en toda regla a hacer las maletas. Quizás hace 10, 20 o 30 años no, pero ahora, y ante la inexistente voluntad ni de hablar, el camino está bastante trazado.

    No será nada fácil y al otro lado ya han advertido con hechos y palabras que las cosas pueden ser mucho peores. Se atreverán a más, está claro. ¿Pero y la alternativa, cuál es? ¿No proponer? ¿No moverse (florecerse)? ¿Yacer y callar? ¿No existir? El martes el PSC era como una metáfora de este proceder. Y allá lo tienen, empequeñeciéndose, desangrándose poco a poco, ya ni con ánimo para levantar la voz, sin que ni siquiera su pareja oficial lo tenga seriamente presente, y sin poder escapar. Pero que ellos no lo puedan hacer o que hayan renunciado a ello no quiere decir que el resto tenga que replicarlos. Más aún, este ejemplo y el desprecio de Rajoy interpela a persistir en la voluntad de cambiar y decidir.

    (Para leer el artículo en El Singular, clicad aquí)