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- 26 nov
La diplomacia gorila
Yo de verdad les digo que no sé por qué se hacen esto. La afición a la autolesión que practican las instituciones españolas supera los límites tolerables del masoquismo y se adentra ya peligrosamente en la escuela más prolija de discípulos del marqués de Sade. Son crueles consigo mismos y no se dan cuenta de ello, de tan obsesionados como lo están con Catalunya. Y mientras tanto, en el mundo, la marca España sigue regalando estampas de pandereta. Y mientras tanto, en Catalunya, avalan el proceso soberanista y lo nutren de argumentos.
¿Se han fijado estos días en Gustavo de Arístegui, el embajador español en la India? Es el hombre alto y con barba que aparece como sombra del presidente Mas en todas partes. Su imagen da mucha grima y básicamente la separa de la típica de un gorila de discoteca o del guardaespaldas de una estrella del rock su corbata y el traje hecho a medida. Pero su rictus, crispado, mirando a ambos lados de donde Mas se planta, su placaje constante y su manifiestamente artificial e incómoda presencia es un pack entre patético y grotesco. Y el caso es que hace unos días pasaba igual en Israel. Pregunta: ¿a esto ha quedado reducida la diplomacia española? A un grupo de seguratas dedicados a marcar a la delegación catalana allá donde vaya?
El PSC, como el PP, reprochaba ayer a Mas que en la India no tenía que ir a hablar del proceso soberanista (que se ve que en un momento se refirió a ello). Es decir, que Mas sólo se tenía que plantar allí para ayudar los empresarios a hacer links y basta. Es decir, como si el presidente de la Generalitat fuera básicamente un señor encargado, un comercial sin discurso ni representación política. En cambio, de los señores embajadores ni mu. Va bien el PSC, por cierto, socio de un PSOE que designaba embajadores “políticos” (no diplomáticos de carrera), para jubilar a viejas glorias o para exiliar elementos incómodos, igual como lo hace el PP (con un Arístegui que ha dicho que es embajador “por un accidente político” al quedar fuera de las listas de Rajoy). Y esto no les molesta. Y así, con este nivel y con estas prácticas, ellos a solas van erosionando la imagen, la credibilidad y la fuerza de unas instituciones españolas que, como mínimo, digamos que ayudan poco a hacer que alguien se identifique con ellas, sobre todo cuando hay alternativa plausible, como pasa en el caso catalán, cuando hay la opción de huir de eso como de la peste.
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