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- 17 nov
Bien hecho
¿Por qué alguien vota CiU? ¿Por qué alguien vota ERC? Por muchas razones, como con todos los partidos, dirán. De acuerdo, pero la pregunta va más allá: ¿Cuál es el gran diferencial de cada uno de ellos? ¿Cuál es su marca de la casa? ¿Una idea, un concepto, su sello? ¿Qué es aquello que explica su esencia, su gran gancho, la singularidad que hace que alguien se identifique y que conecte con ellos a pesar del paso de los años y de los candidatos? En los últimos tiempos, sobre todo en CiU, la pregunta está en el aire, y los tiene melancólicos, como un pretendiente no correspondido.
Las encuestas (todas) dicen que CiU pierde gancho para las mayorías que antes atraía. Pero, ¿por qué? Y la pregunta que se hacen sus estrategas está clara: «¿Ha quedado desdibujado, nuestro diferencial, aquello que nos singularizaba y que nos ponía en valor ante amplísimas capas del electorado?». Ante esa duda, en CiU esta semana vía Oriol Junqueras, los hay que han visto claro qué flanco tienen que trabajar si quieren remontar en los sondeos y recuperar opciones electorales.
Junqueras patinó. Podía pasar, es humano. Le saldrá gratis entre el electorado tradicional de ERC, pero no entre aquél que duda entre esta opción y CiU. El miércoles dijo aquello de parar la economía catalana una semana y muchos se lanzaron sobre él. El conveler Felip Puig el primero, político convergente con gran olfato y experiencia. Y si bien es cierto que después llamó a Junqueras para disculparse por el tono (según reconoce el equipo del republicano), el placaje de Puig ya se había dado y el mensaje se había emitido sin dudar. ¿Qué transmitió? Lo describe un diputado de CiU: «La genética convergente nunca habría permitido a un representante nuestro decir eso». El diferencial. Pero, ¿cómo se pone esto en valor, errores de la competencia electoral a parte? Muchos en el partido lo tienen claro: «Con el líder, con elpresident ». Pero la mayoría lo admite: «Con eso no hay suficiente». Las últimas elecciones y los sondeos así lo prueban. Y siguen reflexionando. Lo necesitan.
Joana Ortega, de Unió y vicepresidenta del Govern, ha dicho más de una vez en petit comité que su paciencia «tiene un límite». ¿Con quién? Con Josep Antoni Duran Lleida y sus andanadas. La fidelidad de Ortega a Mas y al proceso es inequívoca. Y eso no quitó que en visita reciente a Sant Vicenç dels Horts, de dónde Junqueras es alcalde, discutiendo sobre cómo votar en una consulta no autorizada por el Gobierno español, a la frase de él diciendo que en el Ayuntamiento tenían urnas a disponer, ella respondiera: «Pero Oriol, cariño, esas urnas no son nuestras». « La feina ben feta », dice un joven del sottogoverno . Trabajo bien hecho. Lo decía también un eslogan de la Generalitat de Jordi Pujol. « Som como som », decía la ERC de Josep-Lluís Carod-Rovira después del primer tripartito. Y les fue bien, a los unos y a los otros, con marcas de la casa, reclamos, que en principio no tendrían que ser incompatibles.(Para leer el artículo en EL PERIÓDICO, clicad aquí)