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- 15 oct
“Mad Max” (Cahner)
Hace un par de días, en Twitter, Ignasi Guardans Cambó, antiguo político de una CiU que ya no existe, me decía a propósito del debate soberanista: “Los ideales imposibles son siempre fuente de melancolía”. Ahora los hay que se han puesto a decirnos qué es y qué no es posible. Felipe González, José Manuel Lara, Guardans. Se han acomodado (o así han vivido siempre) y desde ciertas atalayas llaman a un hipotético “realismo”. Luchar por unos ideales democráticos encuentran que es melancólico, absurdo. Pero así demuestran, una vez más, no conocer este país (el real, aquel que late en la calle). “Melancolía”, dice Guardans, que el IEC define como “tristeza vaga, sombría y duradera”. Pregunta: ¿dónde ven nada de todo eso entre los partidarios del proceso?
Precisamente porque aquello del “català emprenyat” murió estamos en parte donde estamos. Nada de sombras ni de tristezas, y sí muchas ganas de decidir, de hacer y de ser. Porque este país, a pesar de todo, lo ha conseguido. Y nadie se lo ha puesto fácil. Pocos pensaban que sobreviviríamos a periodos como el franquismo o a actitudes recentralitzadoras como las del PP. Que el catalán perdure y que lo utilicen millones de ciudadanos es un verdadero desafío a las inercias que marcaría la lógica más elemental. Y ha pasado. Y pasa. Y existimos. Y perdura entre una mayoría muy amplia la voluntad de ser. Imposible, decían. Y ha pasado. Porque entre otros muchos ha habido personajes como el ayer finado Max Cahner, que durante generaciones, de forma “loca” para algunos, han desafiado a los malos agüeros de los señores de lo posible y lo imposible.
Max Cahner, el primer conseller de Cultura y Medios de Comunicación de Jordi Pujol pensaba en grande. Como aquellos publicitarios de los años 50-60 del siglo pasado que ahora protagonizan series televisivas de éxito, que trabajaban en Madison Square, y que sus contemporáneos tildaban de Mad Men. Estaban locos, según algunos. E imaginaron la sociedad de ahora, rompieron esquemas. Lo imaginaron, hicieron que el resto lo soñara, y ayudaron a hacer que se convirtiera en realidad.
Lejos de la estética apocalíptica de la película Mad Max, Cahner veía un futuro de plenitud nacional posible para su país. E imaginó. Y proyectó. Y actuó en consecuencia. Y tuvimos Tv3 y Gran Enciclopèdia Catalana y Teatro Nacional de Catalunya y una red de bibliotecas impresionante. Y nos acercamos un poco más a lo imposible, con su locura y con su persistencia. Y en esto seguimos. Nos dirán locos o melancólicos o perseguidores de “quimeras, galgos y podencos”, pero esta sociedad es y lo puede llegar a ser de una forma plena gracias a los muchos Mad Max Cahner que no se acomodan, que no se resignan, que creen que es posible. ¿Cuántos de la especie detectáis entre nuestros políticos? ¿Verdad que están ahí? ¡No me digáis que no! Y vosotros seguro que conocéis un montón, más allá de la política. Igual incluso sois uno de ellos. Es muy posible, dichosos “locos”.
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