Pezqueñines no, Duran

  • Pezqueñines no, Duran

    La vida es dura (y aquí Francesc Canosa remataría “hay que comer mucha verdura”). Los ejemplares de individuos nacidos con un pan bajo el brazo van muy buscados. ¡Eso sí! De vez en cuando la vida te sonríe y te hace algún regalo. Josep Antoni Duran i Lleida es uno de esos regalos. Concretamente, para la causa independentista y para los adversarios de sus socios de Convergència (no necesariamente por este orden en cuanto a importancia y servicios prestados). Ha sido así históricamente, pero en el crescendo político y social que vive el país era evidente que este entrañable proceder del de Alcampell también llegaría a su clímax. Está pasando y Artur Mas es beneficiario de ello. Increíble pero cierto. Y me explico.

    Gran conclusión del discurso del presidente ayer en el Parlament: ¿Más Parches? ¿Más mendigar? ¿Más migajas? ¿Más golpecitos en la espalda? ¿Más propinas? No, gracias. Porque el Santo Job a quien Mariano Rajoy ha citado en alguna ocasión mostró grandísima templanza, pero de santos hoy en día ya nacen pocos y Mas advirtió en su día que no tenía vocación de mártir. De monologuista pinta que tampoco, y así, ante la pared de Madrid ya ha identificado que solo hay una salida digna posible: saltarla. Si el pueblo así lo quiere, está claro. Y de aquí la reivindicación del voto. Que lo intente ahora el conjunto de la sociedad, que los políticos (los mejores y los peores) ya lo han hecho. 

    Duran quizás piensa que él es más listo o más habilidoso o más simpático o más vivo que Prim, Cambó, Pujol, Roca, Maragall y mil más, todos ellos juntos. Pero es evidente que como mucho, de volverlo a intentar por enésima vez con uno de los métodos de siempre, él o quienes fuera quién decidieran volver a dejarse la piel, la paciencia y la credibilidad en una negociación para arañar concesiones del Estado solo recibiría algún escaso resultado y algún voluntarioso “gracias por la propina”. Pantalla pasada. No return. “Pezqueñines no, gracias. Debes dejarnos crecer”.

    El líder de Unió, prohombre e icono de una política que más que vieja hace tiempo que suena a manifiestamente antigua, nos lo ha recordado: su método, a la fuerza, tiene que ser caduco. Ha vuelto, pues, a hacer un regalo majo a los independentistas. Los vuelve a reafirmar en sus tesis. Y sí, ha vuelto a disparar un torpedo a la línea de flotación de sus socios (Convergència), hecho que ha provocado el típico frotarse las manos del PSC, PP, Ciutadans y compañía. Más regalos, sí. Pero a estas alturas de la película, sobre todo, un nuevo acicate para un Mas que ya hace claramente como si sintiera llover cuando habla su compañero de federación. Ayer lo vimos en el Parlament. Porque se acerca el clímax, el desenlace. En clave de país y evidentemente también en clave de sistema de partidos. Duran ayuda a clarificar la escasa alternativa a la vía soberanista, ayuda a clarificar el mapa político de un futuro ya cercano y ayuda a clarificar el discurso de sus socios. ¿Quién duda de la decisión de Mas para hacer vía (catalana)? Gracias a Duran, cada día menos gente. Pues eso, presidente: que la vida es dura pero de vez en cuando te sonríe y te hace algún regalo.

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