Fuego con discreción

  • Fuego con discreción

    Antes, durante y después del encuentro «discreto» de Artur Mas Mariano Rajoy en la Moncloa, ha habido, hay y habrá otros similares, a muchos niveles. Porque más allá del fuego a discreción que se cruzan unos y otros en los medios, entre bambalinas se trabaja para crear otro tipo de fuego (digámosle calor humano), también con discreción. Y todo para mirar de hacer cuajar una entente, ni que sea de mínimos. Sobre todo confía en ello un PP que cree que «CiU tiene que enderezarse». En la federación nacionalista, en contraste, existe una amplia convicción en la necesidad de rehacer ciertos puentes, «ni que sea por una cuestión de supervivencia mínima, para poder abrir ciertos grifos». 
    En el PP catalán, esta semana ha habido rectificación en la primera reacción a los movimientos públicos de CiU pro diálogo. En un primer momento Alícia Sánchez-Camacho y su fiel escudero en el Parlament, Enric Millo, atacaron a la federación y a decir que esta se había equivocado y ahora rectificaba. Pocas horas después, el partido emitía una nota de prensa en la que se confiaba en que la voluntad de diálogo de CiU fuera sincera. No fue por generación espontánea: «Es hora de construir puentes, no de dinamitarlos». 
    Movimientos y puentes los hay. Recientemente, Govern, Ministerio, Diputación y Ayuntamiento han acordado nombrar a Joaquim Molins presidente del Patronato del Liceu. Ahora negocian el nombre del nuevo secretario general. En el PP dicen que también habrá acuerdo. ¿Con alguien cercano a ellos? Molins, además deconseller, fue aquel cabeza de lista de CiU en Madrid que concurrió, en 1996, con el eslogan «Plantarem cara». Acabó siendo uno de los protagonistas en las fotos del pacto del Majestic. Pero él no es el único puente. Se suma al de Josep Antoni Duran Lleida con Soraya Sáenz de Santamaría, además de los contactos en Madrid de Jordi Vilajoana, secretario general de la Presidencia y del alcalde Xavier Trias
    Y hay más puentes. Como el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle. Los fines de semana hace vida en Barcelona. Es runner y viaja en metro con su mochila de deporte. Su mujer es la diputada socialista Meritxell Batet, y la pareja tiene una muy buena relación con el conseller de Cultura, Ferran Mascarell. Con todo, Lassalle, pasando por ser de los marianistas con más buena predisposición hacia Catalunya, demuestra a sus interlocutores catalanes hasta qué punto hay dificultades para la entente. Y es que, por una cuestión básica de esquema mental y de cultura arraigada, en su caso muy orteguiana, él por ejemplo defiende que el catalán, más allá del franquismo, no ha sido perseguido por el poder español. Y esto ante la CiU más soberanista. La entente es difícil. No imposible, sobre todo si es de mínimos, pero sí difícil. Les hará falta mucho fuego con discreción.

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