Hemos crecido, ¿verdad?

  • Hemos crecido, ¿verdad?

    Nos han emancipado. Incluso antes de que nosotros hayamos tomado plena conciencia de ello. Pero tranquilos que lo podremos votar, que nadie tenga ninguna duda, y la historia debe querer que esta vez sí vaya bien. De hecho, antes de decidir que nos vamos con todos los requisitos que marca la democracia, una mayoría de catalanes ya se ha largado de España. De esta España donde José Ignacio Wert, un personaje con conducta típica de fanático, puede ser ministro de Educación, Cultura y Deporte (esto último sí, él que tanto practica el de la catalanofobia, tan extendido en el PP y más allá). 

    Hemos crecido. Han pasado los años, las décadas, los siglos, y nada ha sido posible al servicio de cambiarlos. Ya no es necesario. Ellos nos han cambiado a nosotros. Demasiados intentos frustrados, demasiado esfuerzo malgastado. Hace demasiado tiempo que vamos despistados. Porque ellos no cambiarán. La pared seguirá allá, como el Valle de Los Caídos. Da vergüenza pero no lo tocan. Como su inmovilismo. Como su insulto constante a la inteligencia. Como su desafío sostenido a la lógica más elemental. Como su voluntad de separar, de dividir, de crispar, de faltar al respeto. No conseguirán nunca que en ello Catalunya los iguale. En esto han ganado, de siempre. Pues bien, que en su victoria tengan la derrota. Catalunya se va. Lo han conseguido.

    Y cuando hablo de Catalunya, cuenten que lo hago de los catalanes. Que nadie me quiera coger por donde yo no voy. No hablo en abstracto. Hablo de las personas. De los centenares de miles de Irenes Rigau que hay en este país. Porque son muchos (ellos y ellas) quienes responden a un patrón de comportamiento y de manera de ser del todo pausados, educados, ponderados, correctos, razonados y conversados. Son muchos los catalanes que son así y a los que España los ha empujado a plantarse. Por dignidad, por coherencia, por sentido de la justicia, por obligación. Y se han ido sumando a otros muchos que ya tenían la decisión tomada de hace mucho.

    El martes, en el ministerio, Rigau junto a Wert creció. Sin hacer nada de extraordinario. Wert lo puso casi todo por ella. Y la consellera (en funciones) solo tuvo que dar el paso definitivo de decidir si merecía la pena seguir dialogando con una pared. Y decidió que ya no toca soportar más el insulto. Se fue. No es ninguna heroína, simplemente ha crecido, se ha emancipado mentalmente. Como lo hará una mayoría de catalanes (tampoco tengan ninguna duda de ello) el día que pueda decidir. No necesitamos héroes, necesitamos emanciparnos. Pero hay que hacerlo. Urge de hace tiempo. Solo queda este (necesario) paso formal. Porque hemos crecido, ¿verdad? Pues quizás que el ridículo lo hagan ellos solos.

    PD: Ah! Y quizás también que el día de hoy, el de la Constitución española, lo celebeamos todos con alegría. Porque sin ella, los Wert habrían tenido que echar alguna otra potente herramienta al servicio de la fuga de Catalunya. No sabemos de qué, pero puesto que tienen ésta, valorémosla.

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