Los hombres de rojo

  • Los hombres de rojo

    Me inquietó ver ayer la estampa de Emilio Botín con polo, bermudas y zapatillas rojas, coincidiendo en un hotel con la delegación empresarial encabezada por Juan Carlos I en Brasil. Sé que el rojo es el color corporativo de su banco y el del equipo de Ferrari que patrocina, pero el conjunto era para verlo. Un banquero como él, con ese poder que tiene sobre gobiernos de toda condición, es la viva estampa de esa España carente de vergüenza ajena que tan desacomplejadamente nos ha llevado al borde del precipicio y que persiste en ello sin rubor. Él reparte indulgencias con el presidente de turno, sea este Zapatero, Rajoy o quien le pongan, siempre que no se salgan del redil y por el bien de España, claro.

    Porque Botín es un patriota, no confundir con un nacionalista. A él Vargas Llosa no lo tacharía de «inculto» ya que el nobel solo considera nacionalistas (según él, incultos todos) a catalanistas y demás ralea periférica. La bandera, si es la española, solo hace que honrar a los que se pertrechan en ella.

    Veía ayer al banquero en los diarios, de rojo, y a la vez escuchaba unas declaraciones de Cristóbal Montoro que me sonaban a las de un hincha de la Roja. Dice ahora que «los hombres de negro no van a venir». O sea, que los cobradores del frac de Bruselas no nos van a intervenir. Pero a mi no me tranquiliza. Quizá porque palpo los efectos de la acción de los Montoro, que bien enfundados en la bandera, nos tienen contentos. Exacerban su nacionalismo español para tapar sus vergüenzas en la gestión. «¡No nos intervendrán!», exclaman apelando al orgullo patrio. Pero no son nacionalistas, son los hombres de rojo. Y, como tales, estos días se enfundarán la camiseta de la selección, en lo que será una orgía de españolidad que nos va a tener distraídos un rato más. Eso sí, no irán de negro. Todos tranquilos. Son solo patriotas. ¿Qué mal pueden hacer?

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