Primarias de aquella manera

  • Primarias de aquella manera

    Newt Gingrich, Mitt Romney, Michele Bachmann y Rick Perry son algunos de los nombres de los candidatos que hace meses compiten para ser el cabeza de cartel republicano en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2012. Por el camino, han caído algunos como Herman Cain, que durante unas semanas encabezó la mayoría de encuestas. Y también de camino a la proclamación de quien tendrá que ser el rival de Barack Obama el próximo año, son decenas los debates a los que se han sometido estos y otros aspirantes. Explíquenles que aquello que algunos hacen en Cataluña y en el España son primarias. El interlocutor norteamericano se debatirá entre la carcajada y la indignación. Porque, clarísimamente, aquí se hacen primarias de aquella manera.

    Durante décadas, el referente norteamericano ha sido quien ha marcado la pauta cuando en nuestro contexto político más inmediato se ha querido apostar por algo similar a un proceso de primarias. Las elecciones primarias que a finales de los años noventa del siglo pasado proclamaron al catalán José Borrell como líder electoral del PSOE se inspiraba clarísimamente en este sistema, pero sobre todo estéticamente. No de fondo.

    En el España el proceso de primarias lo contemplan diferentes partidos como el PSOE, Esquerra o ICV, pero esta vía para elegir candidatos se suele aplicar, muy especialmente, en momentos de convulsión interna o en ciclo electoral bajo. No por sistema. De hecho, son numerosos los casos en que, ante la necesidad formal de convocar primarias, estas no pasan de ser un trámite donde solo concurre un único candidato, o como mucho se da el intento de recoger los avales necesarios por parte de militantes con escasas posibilidades que no acaban pasando ni el corte estipulado como mínimo para convertirse candidato a candidato. Han sido los casos recientes de la elección de Joan Coscubiela (ICV) y de Alfredo Pérez Rubalcaba, respectivamente.

    En nuestro contexto, la multiplicidad de candidatos en primarias ha sido tradicionalmente asociado a una situación excepcional o crítica, a ruido, cuando en sociedades como la norteamericana se asumen como parte imprescindible del proceso político. Los debates públicos, en multimedia, aquí no existen, mientras que en Estados Unidos son múltiples. Aquí todavía nos miramos las primarias con miedo, fijándonos poco en las ventajas que pueden tener para los partidos respectivos y para la percepción de la política, en conjunto. En Francia, en los últimos meses, incluso se ha dado un fenómeno de reimpulso del Partido Socialista Francés, que lo ha catapultado en las encuestas frente a la UMP de Nicolas Sarkozy y que le ha otorgado un indiscutible protagonismo mediático.

    El factor mediático. La concepción de las primarias como pseudo-acontecimiento creado básicamente para atraer la atención de los media y el debate político-mediático y público es también parte básica del invento. Si esto se hace sin ruido que se anexe a disensión o a enfrentamiento intenso entre compañeros de partido, puede suponer una gran ayuda. Si pone a disposición de la opinión pública y de los adversarios políticos material de desgaste de los liderables de la formación protagonista, la erosión está asegurada. Pero la mayoría, cuando desde Cataluña y España recorren de forma decidida a las primarias, acostumbra a ser porque tienen más a ganar que no a perder. Porque han tocado fondo o se encuentran en un callejón sin salida. De aquí que, por ejemplo, ahora el PSC se marque como hito para los próximos tiempos un proceso de primarias para la elección de su candidato a presidente, y al estilo del proceso de primarias abiertas que el PSF ha puesto de moda en Francia.