Yo nunca

  • Yo nunca

    jo mai mai

    Hay un juego, de aquellos de noche con amigos, que comienza con un “yo nunca…” y que termina con alguno, todos o ningún miembro del grupo bebiendo si es que han hecho lo que describe la frase culminada. Si ha pasado lo que en teoría “nunca” has hecho, bebes. Los partidos, en Catalunya y en Madrid, acabarían bien entonados, si se aplicaran el juego hablando de una (antigua) Convergència que dicen que está amortizada pero que sigue estando en el centro del tablero político. Sin Convergència no hay independencia, dicen. Pero ya algunas cosas no se explicarían por ahora sin este espacio político, tampoco en Madrid.

    El de momento pretendido (como nombre) Partit Demòcrata Català pasa un momento crítico, y así nos lo proyectan sus representantes, encabezados por Artur Mas, que constantemente salen en los medios en clave de llanto, de queja. Es como un partido Calimero, que al estilo de aquel pollito de dibujos animados, está triste y llora constantemente porque encuentra que nadie la quiere y que todos la odian. ¿Y tiene razón cuando cree que estorba? Sí, pero eso no justifica su pensamiento negativo, sobre todo si se fijan en cómo el resto de partido les siguen concediendo la talla de interlocutor y de adversario a batir, con hechos que contradicen palabras.

    Podemos critica Convergència por corrupta y la estigmatiza como “la derecha” con quien la lógica diría que no tienen nada que hablar, pero quería sus votos (gratis) para tener un presidente de la escuela Pablo Iglesias en el Congreso. No hacían ascos a los votos del grupo de Francesc Homs, si la cosa iba de una buena butaca. De hecho, el PP, con su ínclito portavoz parlamentario, Rafael Hernando, asumiéndolo en público, aceptó estos votos para componer una mesa cómoda en el Congreso, a cambio de no se sabe qué pero clarísimamente contradiciendo el veto, por independentistas, que tienen colgado como sambenito a los convergentes. Un estigma que pesa mucho sobre un PSOE que también dijo hace unos meses que nunca haría nada con el PDC mientras fuera independentista, y de hecho dijo que no se reuniría para tratar de formar gobierno alternativo a Mariano Rajoy, pero ahora sí, Pedro Sánchez los contacta para sondear. Ellos nunca. Dicen.

    Como aquí en Catalunya, que después de meses de desgaste con los de Oriol Junqueras asegurando que de ninguna manera irían con Convergència en una lista electoral conjunta, compartieron el proyecto de Junts pel Sí. Ahora forman gobierno con una Convergència que aspiran a relevar como partido soberanista hegemónico. ‘La donna è mobile’, dice la mítica canción, como una pluma al viento. La política también es móvil, y hace que de momento Convergència aún pinte cosas, no tanto por aciertos propios como porque así se lo reconocen sus adversarios.

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