El dedo y Soraya

  • El dedo y Soraya

    Soraya Puigdemont

     

    Ayer me decía un amigo que está aburrido con la política catalana porque no hay show y parece que todo vaya tirando. Pensé en los socios del Barça que ahora dicen que se aburren de tan poca emoción que hay en la Liga española, por lo bien que va el equipo. Muy nuestro, todo. Y el mismo amigo me dijo que ahora lo que la entretiene es el follón madrileño. A mí no, sinceramente. Me deprime bastante.

    De hecho, el espectáculo denigrante-gramschiano que nos ofrecen unos y otros en Madrid, con un mundo que no acaba de morir y otro que no acaba de nacer, está regalando estampas de un frívolo que estremece. El viernes pasado, por ejemplo, de la mano de Soraya Sáenz de Santamaría, que ofreció uno de sus momentos más sobreactuados después de aquel en que ver hizo que se emocionaba y lloraba por unos desahucios. De juzgado de guardia.

    Y así fue como la señora vicepresidenta, desde la sala de prensa de Moncloa, en tono de mitin, que es lo que hace, cargó contra el presidente Carles Puigdemont y el gobierno de Cataluña, porque el jefe de gobierno catalán había mostrado oficialmente su disposición de acoger y ayudar a refugiados sirios sobre los que vemos la agonía en directo cada día en las últimas semanas. Y a la señora Sáenz no le salió otra cosa que ponerse intensa, como indignada, pero no por cómo su gobierno y la UE hacen el ridículo en un asunto tan grave, sino ante el ofrecimiento de un Puigdemont que se ve que no tiene competencias para ayudar a esta gente.

    Es exactamente aquello de “cuando el sabio señala la Luna, el estúpido/a mira el dedo”. Frente al desastre humanitario, ella indignada por un posible conflicto de competencias. Ante un problema de alcance internacional, ella a su cosita de la banderita. Y después los nacionalistas son otros. Y luego los que no se preocupan por los problemas “reales” de la gente son otros. Quienes tienen vergüenza también, se ve. Son otros, ellos no.

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