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- 11 mar
Y la CUP, a la suya
Ayer teníamos un exconsejero desfilando ante los jueces para hacer el 9-N de 2014 algo muy normal en cualquier democracia, pero que en España se ve que te puede costar inhabilitación y prisión. Ayer teníamos un presidente de la Generalitat que afrontaba el reto político contraído y asegura que en 16 meses (ya hace dos que es presidente) “empezaremos a actuar como estado independiente”. Ayer teníamos un diputado de ERC en el Congreso que nos cuenta la que le ha caído encima para decir en Madrid, allí donde más le dicen aquello tan feo de “charnego”, que es independentista y que aquí vamos desfilando. Y mientras tanto, la CUP, a la suya. A no cumplir los compromisos y hacer perder votaciones como la de la ATLL, al Gobierno. El chip de la legislatura de la independencia, la que debía ser diferente, no pinta que lo tengan (por ahora) todos igual de entre quienes se comprometieron en campaña.
¿Esta victoria de presente del ala más radical de la CUP tendrá recorrido? Ya lo veremos. Veremos si llega en junio. Deben pasar muchas cosas, en este país, en muy poco tiempo. Y sería extraño que los partidos políticos no fueran también protagonistas a título individual de este momento de cambio. Nada es inmutable. Ni siquiera los que piensan estar ungidos para dirigir a placer una organización que dicen querer coral y que quizás lo es hasta donde ellos, unos pocos, lo pueden tolerar. Durante bastante tiempo defendí el posicionamiento de la CUP en clave de país. Entonces, desde otros partidos no lo entendían y me criticaban. No me inquietó.
Como ahora, cuando me atrevo a señalar contradicciones en un partido dominado por una Anna Gabriel de quien, evidentemente, no tengo nada en contra en lo personal, pero de quien creo que la influencia que ejerce sobre su organización trasciende de lo están dispuestos a asumir públicamente, aunque no entiendo por qué. Conozco mucha gente de la CUP. Ejemplos de personas que creen profundamente en lo que defienden, en la mayor parte de casos. No citaré de concretos en este sentido, por aquello del sectarismo y la mala leche reconcentrada que tienen algunos, que les puede afectar a nivel interno.
Pero también, sin tener nada personal en contra, constantemente me llegan casos como el de amigos de Premià de Mar, que claman al cielo. La semana pasada me decían que el concejal de la CUP Joan Ribet “es una máquina de boicotear” toda iniciativa que impulse el alcalde Miquel Buch (convergente). En otro momento yo no tendría nada en contra. Entiendo que uno pueda ser radicalmente de izquierdas y “anti” algo (aunque yo sea muy poco de la cultura “anti”), ¿pero ahora precisamente…? ¿Cuándo el país se encuentra en el momento clave donde está, la CUP debe ser a nivel nacional y local el de las Gabriel y Ribet? ¿No hay una alternativa interna plausible que pueda asumir la trascendencia del momento? Yo creo sinceramente que sí, aunque, evidentemente, ya se lo hará la CUP en su casa como puedan y quieran. ¡Ahora! Pedir que los otros no señalamos ciertas contradicciones flagrantes con lo que predican y lo que provocan, a mí que no me lo hagan.
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