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- 17 feb
La “radical” Muriel
Una de las grandes falacias que han utilizado y todavía utilizan los contrarios a la independencia (y algo más gruesa) ha sido estigmatizar la reivindicación, primero del derecho a decidir y luego la de la plena soberanía, con el concepto de “radical”. Llaman a todo el mundo que se identifica con estas banderas como radical. Y si bien es cierto que de entrada esta palabra no tiene por qué conllevar connotaciones negativas y hay un líder español que se definió como “radical” en contra de la corrupción y todo el mundo lo entendió cuando lo dijo, también es cierto que la inmensa mayoría de la gente que ha hecho crecer el independentismo no tiene nada de radical. Muriel Casals, que era independentista desde hace muchos años, tampoco. Su tristísima pérdida y el vacío que deja nos lo reivindica una vez más.
Ser claro no es ser radical. Muriel era clara, diáfana, nítida y exudaba una tranquilidad de espíritu que ya la quisieran muchos de los exasperados contrarios a la independencia. Yo la traté poco, pero la experiencia fue siempre de un exquisito que ella hacía extensivo a quien tenía en las antípodas de su pensamiento. Pero sin hacer ni un paso atrás. Si venía de invitada a una tertulia como la de L’Oracle de Catalunya Ràdio de Xavi Freixes (que fue el último espacio que compartí con ella, ya de diputada), su afabilidad controlada (era como un volcán de erupción latente que nunca parecía que acabaría explotando) la era para todos.
Eso sí, cuando la conversación estaba en marcha y alguien profería un ataque injusto o una estigmatización demagógica de la reivindicación soberanista, era implacable. Saltaba suave pero contundente a la vez y dejaba con pocas opciones su contraopinant. Regaba de argumentos, y sobre todo de autoridad moral y de sentido común del que cuesta de combatir con frases-eslogan o cuñas baratas de aquellas que fabrican en partidos que luego las distribuyen entre sus altavoces. Ella trascendía de ello.
No soy de idolatrar a nadie. Creo que na Muriel tampoco lo era. Soy básicamente de reconocer los pros y los contras de todos. De asumir que no somos perfectos pero que la vida hace muy santamente de regalarnos el hecho de que ciertas personas se crucen en nuestro camino y que nos impulsen y nos ayuden a ser mejores. Después, estos individuos serán poliédricos, como todos, y cada uno que se haya hecho en tendrá un criterio pasado por el propio filtro y experiencia. Pero el consenso que ha recogido Muriel Casals y su trayectoria, antes y después de su muerte, es indicativo de cómo ella no era una radical, sino una pacífica ya la vez decidida defensora de aquello en lo que creía. Y qué bien que hace, la gente como ella, a las causas que defiende.
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