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- 21 ene
¿Quién echará de menos a Duran?
Yo no incluiría a Josep Antoni Duran i Lleida dentro de la categoría de damnificados por el fenómeno “lo que el proceso se llevó”. Por una cuestión básicamente generacional y de mínima lógica con el paso del tiempo, era evidente que el líder democristiano no tenía mucho más recorrido, hacía días (lease años). Si a esto le sumamos que su discurso ha quedado claramente rebasado por el contexto y por otros actores que a ambos lados pueden defender posiciones similares con más fuerza, credibilidad y apoyo social, el traspaso político estaba cantado. Pero eso no quiere decir que una figura como la suya no se eche de menos. ¿Para quién?
Para periodistas como un servidor seguro. Siento ser tan descarnadamente sincero, pero el caso es que era un filón. Abría la boca o tuiteaba en Twitter, y sabía perfectamente como tocar el resorte de la reacción de otros. No dejaba indiferente y ésta era una de sus grandes habilidades de siempre. La prensa, las teles y las radios, sobre todo los fines de semana cuando la mayor parte de líderes todavía no habían descubierto que este es un buen contexto para hacerse oír en medio del descanso general y de los compañeros de patio político, tenían con él material asegurado. Y eso lo proyectó espectacularmente.
Después, también lo echarán mucho de menos los adversarios políticos. Me refiero en este punto a los que lo eran de CiU, y más concretamente de Convergència. Tenían en Duran siempre un aliado estratégico y bien dispuesto cuando le convenía (que era bastante a menudo) a la hora de desgastar al partido de Jordi Pujol en su día, y sobre todo de principios de los 2000 y hasta ahora con Artur Mas al frente y en el punto de mira. Druan siempre era sufrido a la hora de alabarlo o contraponerlo como ejemplo de moderación y de cordura desde el catalanismo. Con él sí se podía hablar, te venían a decir. Y así la caricatura de radical del otro obtenía un buen empujón. No seríamos justos si no asumiéramos que hay cerca de unos 100.000 votantes que seguramente el echarán de menos.
Y también los nostálgicos de CiU y de sus buenos tiempos. Pero más allá de lo que acabo de apuntar, poco más. Esta vida cruel, donde hoy estás y mañana ya no, tiene estas cosas. Los teléfonos dejan de sonar muy rápido, y los whatsapp dejan de agobiar cuando uno hace un mutis y abandona (o es abandonado por) el escenario. Las élites que le hacían la pelota, los grupos de comunicación que hinchaban la representación y los políticos de Madrid que la elogiaban como estadista ya tienen otros con los que probar suerte y tratar de servirse de él.
Y aquí en Cataluña, tal vez el hipotético fracaso del proceso soberanista le permitiría levantar el dedo con aquello de “yo ya lo decía”. Pero esta es una magra aportación, sobre todo cuando hay cola entre quienes se hacen encima (hace tiempo) esta autorreivindicación. Él, bien mirado, ya tiró de este recurso antes de tiempo durante la pasada campaña catalana y también durante la española. Y abajo que hace bajada. Todo dura lo que dura, a veces muchísimo, pero también todo termina. Parecía en este caso que no pasaría nunca, y miren.(Para leer el artículo en Món.cat, clicad aquí)