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- 23 oct
El cava, al congelador
En Catalunya y en España, en tiempo de altos (insoportables) índices de desocupación, los hay que se han inventado una nueva profesión. Quizás por aquello de ver si encuentran alguna salida laboral ahora que la perspectiva de las urnas promete zarandeo al estatu quo político e institucional. Y sí, la nueva profesión es la de enterrador de proceso. Bien, de hecho es ésta y otra: la de enterrador de la carrera política de Artur Mas. Y ellos, estos enterradores sobrevenidos, cada día que celebran su muerte, su fin, su traspaso, y al rato tienen que guardar el cava que acababan de sacar del congelador, para volverlo a refrigerar, intacto.
Suerte tienen algunos como Alícia Sánchez Camacho, de la velocidad y la desmemoria inducida que nos fuerza la infoxicación que nos abruma en estos tiempos nuestros hiperacelerados. Suerte tienen porque si tiráramos de hemeroteca y viéramos la de veces que han anunciado el Apocalipsis, el fin de todo, las consecuencias catastróficas de las legítimas iniciativas políticas de otros, y todo ello sin ninguna correspondencia con la realidad, entonces el credibilómetro, que ya hace una temporada larga que lo tienen bajo mínimos, rompería el subsuelo.
Y es que a veces en la vida hay cosas que no por poco agradables son menos ciertas o habituales. Por ejemplo, hablando del mundo laboral, hay unas cuántas generaciones que ya nos hemos encontrado (¿y hecho?) a un entorno donde lo más estable es la inestabilidad. ¿Óptimo? No. ¿Real? Sí. ¿Haremos como si no existiera y como si esto nos condenara indefectiblement? Tampoco haría falta. Y con el mapa político catalán pasa igual. La inestabilidad y el festival de reproches y de suspicacias entre los partidos catalanistas es lo más habitual, alguien diría que lo más crónico. ¿Es lo ideal? No. ¡Ahora! Estamos donde estamos en parte también por estos partidos. Alguien dirá que a pesar de ellos, y podríamos hablarlo, pero el caso es que lo más normal (habitual en nuestro patio político) son escenas tan poco edificantes como las de los últimos días, que habían sido sorprendentemente dribladas durante un buen tramo del camino con la defensa del derecho a decidir del pueblo catalán como estandarte. Y a pesar del pim-pam-pum, persisten en ello. Y con la sociedad civil empujando, no con ganas de enterrar sino de brindar, de verdad y con alegría, por el nacimiento de algo que pague la pena. A ver quién levanta antes la copa (con cava dentro).
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