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- 02 sep
Ahora no me hagáis dudar
¡Ojo! Que la duda es cosa buena, ¿eh? No hay nada más repelente (y que tire de espaldas) que la gente que lo tiene todo clarísimo y nunca duda de nada porque se ve que tiene poderes de adivinación que al resto se nos escapan. Pero de vez en cuando tener claro algo no está tampoco nada mal. Y yo hasta ahora tenía claro que el proceso soberanista tenía opciones reales de cuajar. Y ahora los hay que me amenazan esta certeza, y tampoco sería necesario (se lo pido) que hicieran esto a un montón de gente que (servidor a parte, que es poco importante) están de verdad por que el pueblo de Catalunya pueda decidir libremente sobre su futuro. Y me explico.
Una duda ya me ha venido primero a la cabeza cuando ha tocado titular esta pieza. No sabía si titular como he acabado haciendo u optar por un “La hora de los inmaduros”. Finalmente he creído que el descartado era una apertura que daba demasiada importancia a un colectivo que creo que la tiene pero no en solitario. ¿Mi tesis? Estamos a las puertas de la hora de la verdad, a tocar de un momento decisivo que puede tener consecuencias históricas para el país (para bien o para mal), y aquí es cuando más toca que los audaces, los coherentes, los valientes, los sensatos, los moderados y otros muchos, entre ellos los inmaduros, aporten su granito de arena para decantar la balanza. Nada está decidido y en esto sumaremos o estaremos todos, también los inmaduros de un lado y del otro, de quienes están por el catalanismo y de quienes están por el españolismo, de quienes están por el voto de los catalanes en consulta y de quienes no. Los patinazos respectivos pueden hacer mucho daño a la causa que algunos dicen defender. Y de ahí que sea necesario más cuidado y cordón sanitario que nunca de entre quienes sintonizan ideológicamente con según qué patanes. Los del adversario son un regalo.
El otro día, sin ir más lejos, uno que se ve que debe ser soberanista me increpó en Twitter por escribir una mensaje en español. Es evidente que de haber visrto algunos de aquellos que también escribo en francés o en inglés (según la temática que comento o de allá donde hago link) no me habría dicho nada. De hecho no lo había hecho nunca, él. Bien, lamentable. Pero esto a parte, que te lo echas a la espalda y hala, el caso es que el cabeza de lista de UPyD en las elecciones en el Parlament le faltó tiempo para retuitear el mensaje del otro, y aquello tuvo su pertinente comentario de un tercero (este patán del otra lado) hablando de la persecución del español, del franquismo y tal. ¿Anécdota? Sí, totalmente. Pero aconseja cuidado.
Como cuando ayer militantes de ERC y de CiU que conozco y que tengo en muy buena consideración empezaron a pelearse dialécticamente en la misma red social acusándose en algunos casos de “venderse” al pelo de las últimas declaraciones de la vicepresidenta Joana Ortega y la réplica de Anna Simó. No son patanes pero igual cierto ataque de nervios los está traicionando. Y me imaginaba unos cuántos fregándose las manos por el trabajo que ciertos sectores del sobiranismo les pueden estar haciendo. ¿Verdad que hemos convenido que este proceso no va contra nadie? ¡Pues sólo faltaría que ahora los mismos que creen en él lo hicieran arrojaran a la cabeza de otros que están por la misma causa!
Puedo hacerlo (y mucho porque el contexto es bastante adverso) pero no quiero dudar de que el pueblo de Catalunya podrá ser consultado sobre su futuro, porque es de justicia y va con los signos de los tiempos. Pero cuando quienes dicen defender los derechos del país se erigen en sus grandes e involuntarios adversarios ya hemos visto en más de una ocasión cómo de letales pueden llegar a ser. Y no queda mucho para el 9-N pero puede ser tiempo más que suficiente por malbaratar todo aquello que muchísima gente ha ido construyendo con ilusión durante años. Porque es la hora en que ciertos patanes lo pueden echar todo a rodar. Por suerte, también es la hora de todo el resto de actores implicados, entre otros la de los políticos que nos han llevado hasta aquí desde las instituciones y en sintonía con aquello que a empujado la sociedad desde la calle. Y porque es el momento del sentido común más que nunca, corresponde apelar a su responsabilidad y sentido histórico, que será necesario que demuestren que a la hora de la verdad lo tienen.
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