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- 04 ago
Catalán en la intimidad
Tácito, senador de la Antigua Roma, advirtió de que la fidelidad comprada siempre es sospechosa y, generalmente, de corta duración. Muchos siglos después, la sentencia sigue vigente. De hecho, hoy en día todo dura bastante poco, todo pasa muy rápido. Y en política, ciertamente, toda fidelidad lleva implícita una sospecha a propósito de aquello que realmente la sostiene. Fidelidad. Gran palabra. La raíz etimológica nos lleva también a Roma, con fides(fe), que a la vez está emparentada con fidere(fiar), y de la que se derivan confiar, confidente o confidencia. Los confidentes de Mariano Rajoy, sus fieles guardianes del mensaje, aquellos pocos de quienes se fía y que más fe en él han demostrado siempre y a pesar de todo, esta semana han pasado una nueva prueba de fuego. En el Senado español y a colación del debate sobre el casoBárcenas. Y su fidelidad ha vuelto a dar muestras de una voluntad de larga duración. Con acento catalán.
En los tiempos en la oposición, en Génova 13, cuando Rajoy aún era más discutido que ahora dentro y fuera de su partido, el catalán Jorge Moragas dirigía el área de presidencia y relaciones institucionales del PP. En pocas palabras, era el jefe de un gabinete del presidente que, a su vez, se componía de dos subgabinetes, uno ejecutivo y uno de análisis. Allá se concentraba el núcleo duro de los asesores de Rajoy.
Senillosa, Soraya, Ayllón
El también catalán Alfonso de Senillosa (sobrino de Antoni de Senillosa, aristócrata y político muy popular en los años de la Transición) dirigía la parte ejecutiva, que incorporaba la redacción de discursos del líder. Ahora en la Moncloa, Senillosa es el adjunto de Moragas en el gabinete del presidente. Sigue siendo la mano derecha del fiel escudero del jefe del Gobierno y juntos, con un equipo potente, siguen trabajando sus discursos. Pero en ocasiones como la de esta semana tienen que compartir protagonismo con la gente de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y muy concretamente con otro catalán como ellos, José Luís Ayllón.
Diputado como Moragas, Ayllón es secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y uno de los más fieles colaboradores de la también fidelísima al líder Sáenz de Santamaría. Así, la base del discurso de Rajoy la elaboró para la ocasión el equipo de Moragas, mientras que Ayllón lideró la elaboración de la réplica, muy importante en este tipo de debates. Rajoy miraba (por momentos como ausente) a los portavoces de la oposición que lo iban interpelando desde la tribuna de oradores, y a su lado Soraya no paraba quieta. Muy atenta al móvil, sobre todo en interlocución con Ayllón y con la jefa de gabinete y jefa de comunicación de Vicepresidencia, María Pico, que también tiene intervención en el discurso en este tipo de ocasiones. Sáenz también removía constantemente papeles con argumentarios oficiales elaborados en la Moncloa por un equipo de Ayllón donde, por cierto, destaca otro catalán, Eduardo Ribas.
Ribas es el jefe de gabinete de Ayllón y antes de fichar por la Moncloa había sido considerado «la joya de la corona» del grupo de asesores del grupo parlamentario del PP en el Parlament de Catalunya. Lo destacan desde el partido: «Ayllón y Ribas son muy rápidos y brillantes con las réplicas en debate». Y así Sáenz de Santamaría no paraba, a la izquierda de un Rajoy que en algunos momentos también consultó un móvil donde, sobre todo, recibía comentarios de Moragas y de la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro. Ella, siguiendo el debate desde la tribuna de invitados, ya que no es diputada.
Dicen los buenos conocedores del estilo de Mariano Rajoy que en el discurso del pasado jueves «había mucho de su propia cosecha». Según un asesor del PP, «él se había encerrado a solas para trabajar en ello, eso sí, con textos y consejos de base preparados por su equipo», y a partir de aquí metió más cucharada de lo habitual en su discurso.
Pero en el texto de origen y en el resultado final, hubo mucha mano catalana. Porque entre los más fieles a Rajoy hay unos cuantos catalanes. En su guardia pretoriana, en lugares clave de la cocina de la Moncloa, en el equipo de Moragas y en el de Soraya, los dos fieles fidelísimos de un Rajoy a quien hace años algunos vaticinaban un liderazgo blando de corta duración, pero que con un equipo compacto en su círculo más íntimo va tirando.
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