¿Que no los han condenado?

  • ¿Que no los han condenado?

    Ayer un jurado popular decidió que el expresidente valenciano Francisco Camps y su antiguo número dos, Ricardo Costa, son “no culpables” en relación al caso Gürtel. No han dicho “inocentes”, sino “no culpables”. Al final, nuestro sistema judicial esto ya lo tiene. Lo que se tiene que demostrar es la culpabilidad, no la inocencia. Y en este caso el tribunal considera que no se ha podido probar que Camps y Costa recibieran regalos del Bigotes y compañía. ¿Esto los absuelve? Ante la justicia sí. Poco más.

    La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, crecida ella, en la línea del estado de ánimo que impera las últimas semanas en la casa popular, quiso sacar pecho al poco de conocerse la sentencia. “¿Quién restituye ahora la honorabilidad de Camps y Costa?”, dijo poniéndose intensa. Respuesta: nadie. Porque la justicia los habrá podido absolver, pero el proceso retransmitido a través de los medios de comunicación los ha condenado. Por cutres, por absurdos, por patéticos.

    ¿Quién hace de ellos personajes honorables ahora o nunca, después de escuchar aquellas conversaciones que mantenían con un fantasma con lenguaje de dependiente de tómbola? Cuando todo un individuo con fachada de dandy british como Ricardo Costa tenía que mendigar unos gramos de caviar al Bigotes para mirar de quedar bien en una cena familiar. ¿Esta miseria cómo se hace honorable? ¿O cómo se hace honorable un antiguo presidente que contaba con un entorno que consideraba que para llegar a consejero el mejor camino era que le influyera en la decisión el antiguo figurante en películas de Pajares y Esteso?

    A Camps y a Costa quizás no habrá quien los condene judicialmente, pero la condena social a su honorabilidad ya no se la quita nadie. Por otro lado, un hecho que justo es decir que no descarta que en el País Valenciano donde ellos y los suyos reinan a placer, y a pesar de escarnios como éste, puedan ser restituidos políticamente. No pasaría casi en ninguna otra parte del mundo. Pero toda regla tiene sus excepciones.